jueves, diciembre 18, 2008

Dulce condena

Nublado por la densa oscuridad de la noche me entrego por completo a las letras, por que de otra forma, jamas podría quedar plasmada la absurda situación ante la cual me encuentro. Escucho entonces el silencio y dejo que mi mente se adapte al cambio de paradigma, olvidando que alguna vez vió para poder reconocer sonidos que jamás ha escuchado, hablando sin decir nada, o hablándose a si mismo al leer las palabras que en el techo de la pieza se comenzaban a formar.
Es de noche, ya lo dije, pero me reitero mi realidad por que la siento como una camisa de fuerza, no se bien que horas son, pero siento que ya es tarde al menos un poco tarde… quizás el momento más divertido de la noche, cuando la rumba ya ha dado paso a alguna conquista, y aun falta tanto para cerrar, pero aún falta mucha rumba para que te echen a patadas, o a punta de cuentas de cobro, que quizás duele un poco menos pero te jode igual.
Una casa extraña, una cama diferente, cuarto compartido, mucho frio, mucho… y ante mis ojos se pierde la memoria y la razón se difumina entre los mil y un momentos que bombardean mi alma con la fuerza da la familia y el amor. Brochazos completos de mi propia vida se plasman ante mis ojos sin previo aviso, al doblar una equina, al oir un reclamo, al morir un poco en la mañana, al no poder decir adiós.

Un café negro y dulce que se calienta en la pequeña estufa me recuerda cuan temprano es, las llamas azulverdosas de la estufa iluminan aún un pedazo de pared en la oscuridad del amanecer, pero esto cambia en cuestion de diez minutos, no alcanzo a terminar mi cigarro y ya la luz diafana se abre paso entre la lechosa niebla que cubre la pradera. Quisiera volver a la cama, aún esta caliente seguramente, pero es imposible, ya vienen por mi.